Seguramente tengas una gran variedad de opciones para estudiar en tu ciudad o cerca de casa. Aunque también puede ocurrir que esa titulación a la que aspiras te obligue a salir del nido. Al principio, quizás te asusta un poco la idea, pero lo cierto es que se trata de una experiencia que te prepara para la vida adulta. Y esta experiencia comienza por tomar decisiones importantes como elegir dónde vivir.
Las dos opciones más comunes son compartir piso o irse a una residencia de estudiantes. ¿Con cuál quedarse? Lo mejor es basar tu elección en factores como el estilo de vida que lleves, tu personalidad, el presupuesto con el que cuentes o el nivel de independencia que busques.
Recuerda que te adentrarás también en una etapa en la que deberás aprender a gestionar mejor tu dinero, ya sea con el apoyo de tu familia, con una beca de estudios o bien con un primer empleo. Porque, más allá de los libros y las clases, estudiar fuera de casa también te enseña a vivir por tu cuenta.
Piso compartido: libertad y vida adulta
El piso compartido es la opción preferida para muchos estudiantes que quieren dar el salto a una vida más autónoma. Igual no sabes ni cambiar una bombilla ni entender una factura de la luz. De esta forma, aprenderás a la fuerza todo esto, incluso a costa de meter la pata de vez en cuando.
Ventajas
- Más barato. Al dividir los gastos de alquiler, luz, internet, agua y comida con otras personas, el piso compartido es una alternativa más económica que una residencia.
- Más independencia. No hay horarios de entrada y salida ni normas sobre quién puede entrar en casa, por ejemplo. En un piso puedes organizar tu vida como prefieras.
- Experiencia de vida real. Aprenderás a gestionar las tareas domésticas, compartir tu día a día con otras personas y responsabilizarte de tus decisiones.
Desventajas
- Más responsabilidades. Aquí llega la parte más aburrida: en un piso deberás encargarte de pagar el alquiler, puede que también de los contratos del agua o la luz, sus correspondientes facturas, la limpieza, la cesta de la compra, cocinar… ¡Si no lo haces tú, no lo hará nadie!
- Convivencia compleja. Vivir con personas que no conocías antes es un reto. Incluso si ya las conocías, pero no a nivel doméstico. Prepárate para algún roce en cuanto a los hábitos, los horarios o la limpieza. Tienes que aprender a negociar y pactar unos límites.
- La libertad tiene su precio. Además del alquiler, asumir estas tareas es el precio de tu independencia. Quizá no sean lo más emocionante que vas a hacer, pero te va a fortalecer. Quítales dramatismo a estas pequeñas obligaciones e intenta disfrutar sin agobiarte.
Residencia de estudiantes: comunidad y comodidad
Esta opción es la más parecida a vivir en casa de tus padres y ofrece un entorno preparado para que te concentres en estudiar y relacionarte. El precio, más alto que en el piso compartido, se compensa con servicios extras y un ambiente más universitario.
Ventajas
- Servicios incluidos. Ni la limpieza ni la conexión a internet ni la comida estarán entre tus preocupaciones si eliges una residencia con pensión completa.
- Buena ubicación. Lo habitual es que estas instalaciones se sitúen cerca de las universidades, con lo que ahorrarás tiempo y dinero en transporte.
- Vida social activa. Al compartir tu espacio vital con otros estudiantes, te será más fácil conocer a gente nueva, hacer amigos y participar en actividades grupales.
Desventajas
- Precio elevado. La comodidad conlleva un desembolso mensual que puede ser bastante más alto que en el caso de un piso compartido.
- Normas más estrictas. Las residencias suelen tener horarios de entrada y salida, incluso un control de las visitas y unas reglas de convivencia ya marcadas.
- Menor privacidad. Si compartes habitación o baño, verás más limitados tus momentos de intimidad o soledad.
¿Qué opción es mejor para ti?
No hay una única respuesta, ambas opciones son válidas. Eso sí, a la hora de tomar una decisión, analiza estos factores:
- Presupuesto. Haz un cálculo de cuánto puedes gastar mensualmente. Sé realista con estos números e incluye el precio del alquiler, el coste de la comida y el transporte y también contempla los gastos extras.
- Personalidad. Si eres extrovertido y te gusta socializar, quizás la residencia sea tu opción. En cambio, si valoras más la tranquilidad y la autonomía, el piso compartido puede ser lo mejor.
- Ubicación. Es importante que tengas en cuenta la distancia hasta tu centro de estudios y las conexiones que hay en el barrio.
- Nivel de autonomía. ¿Te ves capacitado para gestionar por completo tu vida diaria o prefieres que te ayuden?
A partir de estas cuatro variables, reflexiona sobre tus prioridades y expectativas. No se trata solo de dormir y estudiar: se trata de crecer.
¿Cómo afrontar tus gastos cuando eres estudiante?
Vivir fuera implica asumir gastos, pero no tienes por qué hacerlo solo. Existen recursos que pueden ayudarte a mantener tus finanzas bajo control:
- Apoyo familiar. Habla con tus padres o tutores para elaborar un presupuesto mensual. Saber cuánto puedes gastar es esencial.
- Financiación para estudios. Tienes la posibilidad de obtener becas públicas, ayudas para el alojamiento o microcréditos educativos. ¡Mantente informado! Además, también tienes la opción de pedir un préstamo en tu banco para pagar la matrícula o irte de Erasmus con condiciones especiales por ser joven.
- Apps de control de presupuesto. Existen aplicaciones móviles para dividir gastos con compañeros, gestionar pagos y organizar tus finanzas.
- Asesoramiento financiero. No tienes por qué saber de todo. Si tienes alguna duda, siempre puedes consultar en tu banco.
Puede resultar complicado decidir qué opción va más contigo, pero recuerda: no todo es para siempre. Por ejemplo, si el primer año escoges una residencia y te das cuenta de que no te va mucho, puedes probar en un piso el próximo curso.
La cuestión es deshacerte de los miedos y ganar confianza. Irte de casa es un paso que tarde o temprano vas a dar. Con planificación, actitud proactiva y algo de apoyo, ¡esta etapa puede convertirse en una de las más enriquecedoras de tu vida!