En ocasiones, las entidades financieras piden un aval para conceder un préstamo, ¿sabes por qué lo hacen? ¿tienes claro qué supone estar avalado? Te lo contamos aquí.
El aval es un contrato por el cual una persona jurídica o física garantiza el pago de la deuda contraída por un tercero. Es decir, en caso de que se produzca un impago, quien avala será quien se encargue de saldarlo. Esto ocurre tanto en los préstamos personales como con las hipotecas. En el caso de un impago en un préstamo con aval, el banco puede exigir que el avalista satisfaga los pagos que se deben.
Las entidades financieras piden avales cuando consideran que la situación financiera del que quiere contratar la hipoteca no es suficientemente estable. Puede ser que lo crean porque el titular no tiene contrato fijo o tiene un sueldo bajo o los ingresos sean inestables. O porque la cuota del préstamo supondría un porcentaje superior al 30 o 35% de los ingresos. O el importe solicitado es mayor del 80% del valor de tasación de la vivienda. Todos estos son requisitos que suelen pedir las entidades: si no se cumplen, pedirán más garantías para dar la hipoteca como, por ejemplo, un aval.
Los avales son una medida de seguridad frente a impagos: garantizan al banco que recuperará el dinero prestado. Sin un aval, algunas hipotecas no se otorgarían.
Los bancos exigen determinados requisitos para que un individuo se convierta en avalista. En términos generales, son los mismos que le piden a quien contrata el préstamo.
El primero es ser mayor de edad. Así, el avalista estará en posición de comprender el contrato que está firmando y las consecuencias de no cumplir con sus responsabilidades.
Junto a este, tiene que disponer de una situación económica sólida y estable. Este es un requisito que se pide a los propios hipotecados. Al fin y al cabo, es más probable que una persona con unas finanzas saneadas sea capaz de devolver el dinero a tiempo y con los intereses pactados. Por esta razón, tienes que reflexionar sobre quién ocupará este lugar, ya que estará en tu misma posición a la hora de responder al pago de tu hipoteca.
Contar con un patrimonio suficiente. El banco es el que determina este factor, puesto que afecta a la capacidad para pagar la deuda. El patrimonio que tenga puede servir de garantía al banco para el aval. Y debe ser un patrimonio libre de cargas, que permita su uso en caso de que fuera necesario.
Por último, no tendrá deudas pendientes ni estará incluido en los listados de morosos, un aspecto fundamental que afecta de modo directo al riesgo de insolvencia. Si tiene que atender otros pagos, la posibilidad de que falle en algún momento es real. Por tanto, si es un moroso conocido, el banco albergará serias dudas sobre su credibilidad crediticia.
Siempre que cumpla los requisitos que el banco exija, cualquier persona puede convertirse en esta figura. Lo más frecuente es encontrar a los padres del hipotecado. Esto no debe extrañarte, ya que pueden estar en una posición económica más estable. Además, su cercanía con el solicitante es mucho mayor que la de cualquier otra opción, lo que facilita convencerles.
En definitiva, ahora ya conoces la naturaleza de los préstamos con aval. Gracias a él, las hipotecas son concedidas a un mayor número de personas que, de otra manera, serían incapaces de contratar. El avalista será el responsable de responder si el hipotecado no puede hacerlo, una acción que contribuye a dar mayor seguridad y estabilidad.