Cuando adquieres un inmueble en propiedad, la titularidad está sujeta a diferentes impuestos. De entre todos, destaca el Impuesto de Bienes Inmuebles. ¿En qué consiste exactamente? Te lo contamos con detalle a continuación.
Se trata del Impuesto de Bienes Inmuebles, el cual es de tipo directo y lo recaudan los ayuntamientos. Grava la propiedad y el derecho al uso del inmueble. En él se engloban viviendas, locales, garajes y tanto fincas rústicas como urbanas. Está dentro del grupo de impuestos municipales y se recauda de manera anual.
Pese a que todos los inmuebles, tanto urbanos como rústicos, están gravados por este impuesto, existen algunos exentos de su pago como los que son propiedad del Estado, Comunidad Autónoma u otros.
Además, existen casos en los que el IBI se puede reducir gracias a bonificaciones. Las viviendas de protección oficial son un ejemplo. Estas tienen una reducción de hasta el 50%. También ocurre lo mismo con los inmuebles rústicos de cooperativas agrarias, cuya tasa se bonifica al 95%. Los ayuntamientos pueden aplicar bonificaciones adicionales a los contribuyentes que cumplen ciertos requisitos especiales, como el de familia numerosa.
Como has visto, todos los propietarios de inmuebles, salvo algunas excepciones, tienen que pagar el impuesto de bienes inmuebles. El pago corresponde siempre al propietario del inmueble el 1 de enero de cada año: en el caso de alquileres, el inquilino no tiene que pagarlo. Y si eras propietario y vendiste una vivienda a lo largo de 2022, el pago del IBI te ha correspondido a ti.
La cuantía a pagar varía de un municipio a otro. Son los ayuntamientos los encargados de fijar la cuota. La base imponible viene determinada por el valor catastral del inmueble. A la hora de efectuar el cálculo, se tiene en cuenta el valor catastral del suelo y el de la construcción. Ambos no pueden superar el precio de mercado del inmueble.
La determinación de los valores catastrales no se realiza anualmente, por eso cada año se actualizan los coeficientes de los valores catastrales, los cuales aparecen reflejados en los Presupuestos Generales del Estado. Con esto se busca adecuar los valores catastrales en función de la evolución del mercado. Además, se tienen en cuenta otros factores: la localización, las características urbanísticas del suelo, el coste material de las construcciones o la antigüedad del edificio.
Cuando se realiza una revisión de los valores catastrales el aumento del valor se efectúa de forma progresiva, lo que impide subidas demasiado acusadas. Para esto se aplica a la base imponible una reducción. Esta se recoge en la Ley Reguladora de Haciendas Locales. De esta manera, se regula este impuesto tan importante.
Ahora que conoces quién paga el IBI y la manera en la que se calcula, merece la pena entender el cómo. El periodo de recaudación empieza el uno de enero de cada año. Sin embargo, cada municipio determina cuando se recauda. En algunos casos, se da la posibilidad de efectuar un pago por adelantado, el cual está sujeto a bonificaciones. Así, se incentiva hacer el pago lo antes posible.
Si se da un retraso en el pago, se aplica una penalización que puede suponer un recargo de hasta el 20%. No es muy recomendable demorarse con este impuesto. A la hora de hacer el pago, puedes acercarte a la oficina de recaudación de tu ayuntamiento y pagarlo, pero también puedes hacer una domiciliación bancaria para automatizar el proceso cada año.
En definitiva, ahora ya sabes qué es el IBI y sus principales claves. Es un impuesto importante, ya que afecta a cualquier tipo de propiedad inmueble. Pese a que existen algunas exenciones, la mayoría de propietarios tienen que abonarlo puntualmente a partir del uno de enero de cada año.