Sí, por supuesto. Pero para eso la clave está en diversificar y probablemente en ampliar el plazo de la inversión.
En una situación de tipos negativos, el ahorro en cuenta corriente y plazo ha dejado de tener rentabilidad y supone un coste para los bancos, motivo por el que, en general, han dejado de comercializar depósitos a plazo y han eliminado la remuneración de las cuentas corrientes. Pero se puede obtener rentabilidad para el ahorro con otros productos.
Cuando empezaron a bajar los tipos de interés de los depósitos a plazo, muchos ahorradores comenzaron a invertir en fondos monetarios. Esto era así debido a la buena rentabilidad que tenían. Sin embargo, los fondos monetarios y de renta fija fueron perdiendo su atractivo ya que los rendimientos que se obtienen empezaron a ser muy pequeños.
Cuando los tipos de interés iban a la baja, estos fondos ganaban cada vez más rentabilidad al aumentar el valor de los bonos en los que invertía. Pero con los tipos en mínimos históricos, la posibilidad de que sigan bajando y se repitan esas rentabilidades ha desaparecido, por lo que este tipo de fondos con poco riesgo dejaron de ser interesantes como alternativa a un depósito a plazo.
Si aspiramos a obtener rentabilidad y tenemos un horizonte temporal de medio o largo plazo, incorporar fondos de renta variable para una parte de la inversión puede ser la opción más acertada.
Si prefieres no arriesgar también existen otro tipo de fondos que permiten rentabilizar la inversión.
Son fondos de inversión que, mediante un control matemático de los riesgos que corren, buscan estrategias de inversión que permitan obtener una rentabilidad superior a la de los tipos de interés interbancarios.
Fondos en los que sin perder el saldo de lo invertido, se consigue una revalorización ligada a la evolución de algún índice o acciones. Son una forma de apostar por la subida bursátil sin arriesgar el importe inicial.
En definitiva, diferentes opciones para rentabilizar nuestros ahorros adaptadas al perfil de cada uno y a sus necesidades.
Existe gran variedad y la elección puede resultar un tanto compleja. Por eso, las entidades financieras suelen ofrecer el servicio de asesoramiento personalizado a través del cual recomiendan qué tipo de inversión es la más adecuada en función de nuestras necesidades financieras, horizonte temporal y perfil inversor de cada cliente. Además del servicio de asesoramiento, también nos ofrece la gestión de carteras, donde la selección de los fondos la hacen los especialistas de las entidades financieras. Y serán ellos también los que cambien unos fondos por otros, según los movimientos del mercado.
Una de las ventajas es la tranquilidad de saber siempre dónde está tu ahorro. La normativa actual protege al inversor y obliga a las entidades financieras a facilitar al cliente todo tipo de información sobre las características del fondo, tanto en el momento de su contratación como sus movimientos posteriores.
La Comisión Nacional del Mercado de Valores da unas pautas sobre la clasificación de riesgo para cada fondo, que todas las entidades financieras deben seguir y hacer públicas. Además, exige a dichas entidades controlar la experiencia inversora y los conocimientos financieros que el cliente posee sobre el mercado en el momento de la contratación del fondo.
La principal ventaja es que solo pagarás a Hacienda por los rendimientos que obtengas cuando reembolses, no antes, incluso el traspaso de saldos entre fondos, no supone tributación alguna.