Más que a un estilo o tendencia en decoración, un hogar hygge responde a una actitud ante la vida.
Imagina que llegas a casa y sientes que entras en un remanso de calma y paz. Tiene que ver con la decoración, pero no solo eso: se trata un espacio de bienestar, tranquilidad y confort.
Ese es el corazón del concepto hogar hygge, una filosofía danesa que proclama la sencillez, la calidez y los placeres cotidianos. Si cada día aprecias y valoras más el sosiego, el equilibrio y el valor del tiempo que pasas en casa, este artículo es para ti.
Hygge (pronunciado “jiuga”) no tiene traducción a otros idiomas, pero seguro que te suena este concepto. Quizá hasta ahora lo asociabas con poner unas velas y sostener una taza caliente entre las manos en un salón de estilo nórdico durante el otoño. Pero, en realidad, el hygge es para todo el año.
Repasamos el origen del término y repasamos unas claves sencillas para convertir tu vivienda en un refugio acogedor que, más que esfuerzo, requiere intención.
Originario de Dinamarca, el hygge va más allá de un simple estilo: constituye una actitud ante la vida. Surgió en el siglo XIX como respuesta a los largos y fríos inviernos nórdicos, unos periodos en los que la convivencia, el calor del hogar y los pequeños rituales cotidianos se convierten en el antídoto para el aislamiento.
En danés, hyggelig describe algo acogedor, agradable y lleno de calma. Y ¿por qué está en tendencia precisamente ahora? Porque en un mundo hiperconectado, de estrés y fugacidad, valoras cada vez más lo esencial: la serenidad, el descanso emocional y el disfrute del momento presente.
Muchas personas buscan reequilibrar su ritmo de vida, priorizar a la familia y a los suyos y reducir el estrés. El hygge ofrece justo eso: bienestar sostenido, sin sobresaltos y sin complicaciones.
La luz es clave para crear atmósferas acogedoras. Aprovecha la luz natural: con cortinas ligeras durante el día, puedes disfrutar del cambio de intensidad a lo largo de la jornada.
En cuanto a la iluminación artificial, opta por puntos de luz secundarios y lámparas con luz cálida, regulable a ser posible. Recuerda que los tonos amarillos relajan más que las luces blancas, que son más frías.
También puedes colocar velas en mesas auxiliares o en el baño. No solo iluminan, sino que aportan calidez.
Una casa acogedora debe invitar al descanso desde el tacto y la vista. Una opción es usar alfombras mullidas, mantas de lana o algodón, según la estación del año, y cojines suaves en el sofá del salón o en tu cama.
Los tonos más hyggelig son los tierra, beige, gris claro o crema, que transmiten paz y no saturan.
Combina texturas de tejidos orgánicos: cada material aporta una sensación distinta. La ropa de cama confeccionada con fibras naturales y transpirables puede ayudarte a regular la temperatura corporal y descansar mejor.
Más allá de lo estético y lo confortable, el hygge tiene que ver con cómo empleas tu espacio. Reserva un rincón para ti: puede ser una zona de lectura con buena luz, una mesita para tomar el té o simplemente un espacio para meditar.
Es fundamental que crees momentos de desconexión digital: aleja el teléfono móvil, apaga la televisión durante la comida o la cena y abraza la calma. Este punto es especialmente importante antes de dormir para contribuir a un sueño reparador.
Vivir rodeado de naturaleza mejora el ánimo: introduce muebles de madera, plantas naturales o decoración artesanal.
También aportan autenticidad elementos como las macetas de cerámica, los objetos de mimbre o piedras decorativas.
Todos estos materiales conectan con lo orgánico y equilibran el espacio.
Recuerda que un hogar hygge es funcional y acogedor, no una vitrina inaccesible. Practica el minimalismo relajado: guarda lo que utilices, dona lo que no y deja espacio para respirar.
Evita siempre el exceso de decoración: es mejor que te quedes con unos pocos objetos significativos que con muchos adornos impersonales.
Y no olvides que la idea es que tengas un hogar que se sienta vivido y amoroso, no impecable.
Para que tu casa sea una casa acogedora, debe reflejar quién eres. Te proponemos que incluyas fotografías familiares, libros que hayas disfrutado u objetos con historia.
Elementos artísticos o adquisiciones de tus viajes pueden convertir una estantería en un homenaje a tu vida.
Estas piezas decoran y, a la vez, te reconectan emocionalmente.
El hygge no se compra, se cultiva. Aquí tienes tres pautas para conseguirlo:
La inversión en bienestar del hogar es también una inversión en calidad de vida. Esto puede traducirse en redecorar un espacio o directamente hacer una reforma y cambios estructurales.
Si te planteas una reforma, lo primero es calcular cuánto dinero vas a necesitar y cuánto tiempo te va a costar ahorrar. Una vez lo tengas claro, puedes valorar opciones como destinar de forma periódica dinero a una cuenta metas o solicitar un préstamo personal para renovación del hogar.
Si decides apostar por un hogar hygge, recuerda que no se define por el cuánto o por el dónde, sino por la sensación que desprende. El reto es que logres convertir tu casa en un refugio personal, cálido y donde reine el bienestar. Revisa tus espacios, imagina mejoras, da pequeños pasos… y, si lo necesitas, pide ayuda profesional o financiera para avanzar.
Tu hogar hygge está a un paso de convertirse en realidad. ¿Te animas a empezar hoy mismo?